Sí, soy una mujer intensa. Y debo confesar que es un título que me he ganado a pulso, a tropiezos y con el sudor de mi frente. Intensa porque no tengo ningún problema en expresar exactamente lo que pienso, lo que siento y lo hago de una manera apasionada. Me gusta decir verdades sin darle demasiadas vueltas al asunto, y lo hago siempre de frente.
Me gusta seguir mi instinto y mi corazón. Nunca me ha importado lo que parezco, me importa lo que soy. Y soy como la vida, las esperanzas, las desilusiones, las alegrías y las emociones me han hecho. Sin reservas, ni hipocresías.
Detesto las cosas a medias, porque conmigo es, todo o nada. Porque en ocaciones puedo ser muy cariñosa y, en otras, tremendamente ruda. Porque cuando amo, entrego mi amor, mi dedicación y mi tiempo sin reservas ni cautelas. Porque siempre lucho hasta el final por todo aquello que me importa, aun sabiendo que el amor tiene fecha de caducidad.
Vivo la vida impulsivamente como si no hubiese mañana porque quizá eso sea verdad, porque me gusta vivir al máximo sin privarme de nada por el simple miedo al qué dirán. Me gusta disfrutar de las cosas, de la compañía, de la felicidad, de la tristeza , de la soledad, de los retos y de las experiencias emocionantes que la vida me ofrece.
No tengo miedo a la vida, no tengo miedo de arriesgar, mucho menos de equivocarme. Ya bastante he caído y otro más he perdido, que la única opción que me permito, es ser valiente, no tirar la toalla jamás y aprender las lecciones que se me dan.
Soy una mujer intensa porque a veces, la sociedad en la que vivo, me llega a producir hastío, y entonces, me alejo y me entrego a la soledad, disfruto estar con ella libremente como un ave al volar, porque en esos momentos soy yo misma y me vuelvo reflexiva, y desde ahí puedo echar de menos a quien quiera sin llegar a necesitarle. Desde ahí me genero nuevas ideas, me innovo, me fortalezco.
No me gusta lo superficial, lo mío es sumergirme en la profundidad. Tengo la terrible manía de buscarle a todo un porqué. Me gusta ver más allá de lo visible y encontrar algo substancial, algo que me llene, algo que me diga que mi paso por la vida ha merecido todos mis intentos, mis batallas y mis alegrías.
Cuando alguien me decepciona, me lastima o traiciona mi confianza, por más que me duela, no dudó en mandarlo al carajo.
Soy intensa cuando mi vida se pinta oscura, cuando cometo errores, cuando la tristeza me sonríe, cuando no soy feliz. Pero irónicamente, puedo llegar a disfrutar ese dolor, no me gusta quedarme con una emoción como un pellizco en el corazón. Lloro, me desahogo, busco las razones más profundas, reacciono y, después, vuelvo a comenzar.
La mayoría de la gente que me conoce dice que mi forma de ser es extraña, loca y algo exagerada. Lo que no entienden, es que la vida es muy corta, que no siempre nos presenta segundas oportunidades, que yo vine a vivir y disfrutar la vida a mi modo, no a cumplir o a llenar sus expectativas. Y sé que ser así, que el vivir con tanta intensidad los aterra, pero en el fondo los comprendo, no todos tienen el valor de entregarse tan ferozmente. No todos entienden que los golpes y las caídas son el aderezo que le da más sabor a la vida, y que quizá el problema no está en mi intensidad, sino en el coraje que a ellos les falta para vivir y disfrutar la vida en todos sus matices.
Sí, he caído, he llorado y sufrido por vivir así, tan intensamente, pero aquí nadie sale ileso, es imposible. Y al menos yo, prefiero ir orgullosa llena de cicatrices, porque ellas me han remunerado con un puño de historias que contar de lo feliz que he sido.
No todos aprecian y aman lo raro, lo extraño, lo intenso. No todos saben recibir amor a manos llenas, pero quizá en algún lugar exista alguien con un poco de locura que sabrá valorar lo que soy y lo que tengo para dar a manos llenas. Por ahora, no voy a ser menos, seguiré siendo esa mujer intensa, seguiré pisando fuerte, porque yo, yo no tengo ningún problema con ello.
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