martes, 30 de mayo de 2017

La acción más pequeña, es mejor que la intención más grande.



Debo admitir que me enamoraste con las palabras más elocuentes que jamás había escuchado, fue como si leyeras mi mente y de ahí sacaras cada una de las palabras que elegiste para cautivarme, pues caí rendida ante tus encantos como un gorrión sin alas, no opuse la mínima resistencia, tú me extendiste la mano y yo te tomé sin darme cuenta, mi cuerpo me traicionaba, mi mente se quedó en blanco, solamente disfrutaba del candor de tus palabras, que parecían en todo momento versos de amor, tenían una melodía que me reconfortaba y no me cansaba nunca de escucharte atentamente todo lo que quisieras decir.

En las cosas del amor suelo ser titubeante, reflexiva, cautelosa, pero contigo nada de eso paso, me hipnotizaste con tu voz como a la serpiente con la flauta, me convertí en la esclava de tus deseos, de tus excesos, me convertí en la mujer que te admiraba, debo admitir que fue un hermoso espejismo, porque durante el tiempo que me tuviste engañada fui la mujer más feliz del mundo, pero hay tres cosas que no pueden ocultarse: la luna, el sol y la verdad, y como toda mentira en algún momento queda descubierta, la tuya no fue la excepción.

Todo iba bien hasta que tus palabras se convirtieron en promesas, promesas que una a una morían en el viento, frágiles como pompas de jabón, que se rompían sin la mayor resistencia, y a las cuales siempre les seguía una nueva disculpa, una nueva excusa, una nueva frustración.

Me resistí a dejar de creer en ti, con todas mis fuerzas trate de rescatarte una y otra vez de esta verdad que era tan obvia para todos, menos para mí, pero llego el momento inevitable en el que hasta aquello que más me gustaba de ti hoy me ha llegado a cansar, en el que escuchar una nueva promesa tuya me hace revolver el estómago, me da coraje, porque no puedo evitar recordad las innumerables desilusiones que me has hecho pasar, incluso en cosas que sabías que para mí eran muy importantes, incluso con cosas pequeñas que nada te hubiera costado hacer.

Me encuentro obligada hoy a decirte adiós, obligada realmente, porque es una decisión que me orillaste a tomar, pese a mis ganas inmensas de ver realizadas todas esas platicas en las que nos hicimos tantas promesas, en las que forjábamos juntos una familia, construíamos una casa, salíamos de viaje, esas y muchas otras cosas que, aunque sean más pequeñas no dejan de ser importantes.

Mucha gente dice que “la intención es lo que cuenta” pero yo estoy harta de buenas intenciones que nunca se concretan, hoy de doy cuenta que es preferible cualquier acción por más pequeña que sea, que la intención más grande, prefiero buscar alguien que me demuestre con hechos lo que sienta por mí, pues quede asqueada de las palabras dulces que solo alimentan la esperanza y te hacen morir de inanición.

Autor: Sunky

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