Así es mi cuerpo, no es de portada, de revista, pero tiene la capacidad de abrazar a las personas que amo, de disfrutar un delicioso pastel mientras hablo horas con mis amigas, de saborear una rica pizza, comer es una de las cosas que más disfruto. Tal vez tenga “grasita” donde debería tener músculo y al comerme esos tacos le esté regalando a mis piernas la textura de un famoso cítrico mencionado en todas las revistas de belleza… Parece que es un invasor, por que todos dan recetas para “combatirlo” cosa que dejó de ser prioridad para mí.
En un tiempo estuve tan preocupada por las calorías, el sodio, carbohidratos, azúcares, la dieta de luna, de la piña y todas las que prometen milagros en una semana, haciendo ejercicio extremo para reducir medidas y bajar de peso sólo por sentir que podía “entrar” en unos jeans de una famosa tienda, que parece que vende ropa para los que comen una vez al día y pura lechuga.
Creí que de verdad tenía un problema grave de obesidad, pues ni en sueños iba a comprar un pantalón talla 2 y lo que para ellos ya eran tallas grandes, para mí era la talla ideal para una mujer normal, una mujer sana y con curvas; entendí que en realidad sí tenía un problema, estaba dañando mi cuerpo y no me daba cuenta, no hacía ejercicio para mantener mi cuerpo sano o por placer, no comía sano, más bien iba retirando poco a poco alimentos de mi dieta, estaba de mal humor y cansada, con dolor de cabeza y literal moría de hambre. Empecé a sobrevivir y dejé de vivir y de disfrutar la vida.
¡No más! trato de vivir al máximo disfruto cada momento con mi familia con mis amigos, hago lo que me hace feliz, eso no significa que “tiré la toalla” y me descuidé ¡claro que no! uso bikini y ¡sí!… Tengo las temidas huellas en mi abdomen por haber dado vida, claro que quisiera no tenerlas, pero eso no me hace ni más fea ni menos atractiva, sólo me hace real y humana.
Uso la ropa que me haga sentir bien y me guste sin importar la talla ni la marca, afortunadamente tengo algo que no venden en los centros comerciales se llama seguridad y amor a mí misma puedo salir con la cara lavada sin que eso me traume y tirarme en la cama a ver películas y comer chatarra sin sentirme culpable, trato de balancear mi alimentación porque quiero estar sana y ver crecer a mis hijas; pero eso no quiere decir que tengo que renunciar a lo que me gusta.
No tengo el cuerpo de modelo, ni la piel perfecta, menos un cabello de comercial, pero soy feliz con mi cuerpo perfectamente imperfecto.
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