Decir adiós en cualquiera de sus formas, por lo general no resulta nada grato. Tomar la decisión de marcharte o dejar ir a alguien que consideras importante en tu vida, puede ser una de las decisiones más difíciles que se pueda tomar.
Normalmente responde a la decepción producida por el hecho de saber que no vamos a obtener lo que queremos para nuestra vida, a una reacción impulsiva o a la complacencia de las necesidades del otro, que de manera explícita o tácita ha hecho lo posible porque la situación decante en una separación.
Ciertamente las expectativas en las relaciones no favorecen mucho, el esperar un comportamiento particular del otro, el tener una lista de deseos, puede generar una gran frustración. Sin embargo, más allá de las cosas puntuales que se esperan del otro, tenemos que considerar qué nos hace sentir bien y qué nos distancia de nuestro centro.
Cuando sentimos que no somos prioridad en la vida del otro, cuando vemos que todo viene a menos, que nuestras actitudes molestan, que se nos coloca en una posición de “si te gusta bien, y si no también”, muchas veces nos sentimos que no estamos contribuyendo en la felicidad del otro y mucho menos lo estamos haciendo con la nuestra.
Debemos tener claro qué es lo que merecemos y sin ser arrogantes, trabajar en ello, no esperar menos, dar lo que nosotros esperamos recibir. Si sentimos que estamos dando lo mejor de nosotros y aun así no estamos siendo retribuidos de la misma manera, debemos replantearnos escenarios.
Podemos amar mucho a alguien, podemos querer inclusive que esa persona se mantuviese el resto de la vida a nuestro lado, pero si lo que hacemos no resulta suficiente para la otra persona, si siempre hay una crítica, una actitud de desinterés, gestos que demuestren que estamos siendo ignorados o poco considerados, es una buena oportunidad para llamarnos la atención y definir qué es lo que queremos y cómo lo queremos.
Nadie tiene la posibilidad de saber los sentimientos del otro con certeza, pero sí podemos apreciar las demostraciones, si estas cada vez son más distantes, más forzadas, no hay manera de no darse cuenta de la realidad. Y sí, es cierto que todos cambiamos de manera continua, que nuestra relación hoy no es la misma que la de ayer, ni será la misma el día de mañana, pero si los cambios van en dirección opuesta a lo que queremos construir, será muy difícil encontrar un punto de retorno.
Amor que no se cuida, amor que muere de a poco. Muchas veces, cuando no logramos acordar con la persona que amamos un plan de rescate cuando las cosas van empeorando, cuando decimos y actuamos, cuando argumentamos y demandamos y las cosas siguen un curso que va hacia peor, resultará conveniente un triste, pero oportuno adiós, poniendo un tanto de lado los sentimientos y enfocándonos en lo que estamos recibiendo vs. lo que nos gustaría conseguir en nuestra relación amorosa.
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