jueves, 8 de junio de 2017

Ella…

Ella tiembla y se deshace cuando la beso; ella me mira pero me pide parar, me toma de la mano y sé que su cuerpo se llena de nervios. Es increíble cuando caminamos de la mano, como si yo pudiera sentir todo eso que la preocupa, que la llena de vergüenza. Y me encantaría decir que soy capaz de causar todo ese nerviosismo en ella. Pero sé bien que lo que siente no es más que una combinación del miedo que el mundo le provoca por amar “diferente” y el destello de amor que su corazón intenta sentir. ¿Paciencia?

¿Paciencia? Eso es lo que ella me pide, paciencia para revelarle al mundo que podría estar sintiendo amor; ese tipo de amor que no está permitido. Ese amor que es mirado de reojo y criticado a gritos, como si fuera un error amar a alguien, como si fuera un error tocarla con los ojos y besarla con el alma.

¿Paciencia? ¿Cómo puede pedirme paciencia? Paciencia es la que ella necesita, paciencia para comprender que estoy dispuesta a amarla en público, a tomarle de la mano, y a no esconder lo que siento. Paciencia es la que ella debe tener, no sé cómo ni de dónde ni por qué, para aceptar que no dejaré que sus nervios no sean un producto de mis besos y mis caricias. Paciencia para entender que algo tan bonito no puede estar escondido. Paciencia es lo que menos tendré si se trata de amarla con toda la libertad. Ella me quiere y yo la quiero, es de esas cosas que coinciden cuándo y dónde deben.
¿Paciencia?

Yo no esperé para quererla y ¿ella? Pues ella tampoco esperó para quererme.



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